Miro a Andy Warhol y me pongo triste,
le veo a él y nos veo a todos,
detrás de la peluca, las gafas y la ropa,
veo a un hombre escondido tras un personaje.
Miro sus obras y siento un nudo en la garganta.
Imágenes vacías con una dura realidad escondida,
vivimos en un mundo superficial,
no hay nada tras la primera fina capa,
no hay solidez sino levedad.
Hay imagen sin contenido
y placer sin espíritu.
Nunca la nada había tenido tanto significado como en sus obras.
Hoy en día imágenes impalpables que aparecen sobre la palma de nuestra mano construyen un mundo del que Andy sería el rey.
Quizá exagero,
quizá siempre ha sido así.
Tal vez este vacío del alma nos ha acompañado en todo momento,
tal vez la historia es un cielo oscuro
del que solamente recordamos unos pocos momentos estelares.
No lo sé,
pero miro a Andy Warhol y me pongo triste.
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